Hace diez años que nació Youtube, la plataforma de alojamiento de vídeo más conocida de la red. Desde su creación muchos usuarios se han dedicado a compartir contenidos de terceros sin ánimo de lucro y no son menos los que se animan con la producción propia, algunos con la intención de ganarse la vida. Se suben aproximadamente 100 horas de vídeo al minuto en esta página web, así que los internautas nos sentimos en ocasiones como Los Cazasubastas, buceando entre toneladas de basura esperando llegar al fondo del trastero y encontrar un cuadro descatalogado de Monet. La verdad, buscar obras de arte en Youtube puede ser una tarea muy frustrante, así que lo más aconsejable es librarte de toda clase de prejuicios y disfrutar de lo que caiga sin complejos. ¿Y a qué viene todo esto?

En El rincón de pensar Risto Mejide le pidió a El Rubius, ese fenómeno de masas adolescentes, que explicara a las generaciones precedentes por qué funcionaban tan bien sus vídeos, que no les encontraba la gracia. Irónicamente, este joven de veinticinco años aleccionó al reputado publicista: “no eres mi target (público objetivo)”. Más allá de lo anecdótico, la pregunta ni siquiera fue original. Cada vez que entrevistan a un youtuber en la radio o en la televisión arrancan con la misma cuestión. Lo realmente incomprensible no es el éxito de estos chavales, sino que gente adulta intente, a estas alturas, entender un producto para el que no está preparada. A nadie le sorprende el fanatismo que despiertan las boy bands, ni que las niñas sigan forrando sus carpetas con actores tan guapos como faltos de talento, ni por supuesto que los críos se obsesionen con tipos que corren detrás de un balón. Los medios de comunicación tradicionales siguen empeñados en desmerecer el trabajo de los youtubers simplemente porque no son fruto de la industria y están escapando a su control.

He tenido la oportunidad de conocer a varios profesionales del entretenimiento y de la ficción que trabajan en televisión. Generalizando un poco, los más veteranos, mucho más inteligentes, saben que desconocen por completo la narrativa audiovisual que se maneja en Internet y prefieren no mojarse. Los más jóvenes, por otro lado, hablan con la soberbia del que por edad podría estar subiendo contenidos a Youtube y sin embargo ha conseguido trepar a un nivel “superior”, seguramente por méritos propios. Alguno se aventura acuñando términos despectivos como egovloggers en un alarde de hipocresía mayúsculo: la escritura, la dirección o la actuación siempre alimentan el ego, la plataforma y la audiencia son los que determinan cuánto crece. Con los gamers directamente les hierve la sangre, porque ganar dinero por jugar les parece un delito, especialmente porque vulneran copyrights. La realidad es que hay un público que demanda gameplays del mismo modo que yo reclamo que Contador disfrute sobre la bici y Teledeporte retransmita la temporada ciclista al completo, no hay que darle más vueltas. Las webseries, sin embargo, están mejor vistas, sobre todo cuanto más se acercan al modelo tradicional. Que lo nuevo asusta ya no es ninguna novedad.

Se ha repetido hasta la saciedad que los youtubers carecen de talento y que Youtube es el nicho de una generación perdida con ansia de fama y fortuna. Lo peor es que este mensaje está empezando a calar incluso entre algunos de estos chavales, que terminan infravalorando sus propias creaciones y su incuestionable influencia. Yo quiero transmitirles otro mensaje. A principios del siglo XX las clases pudientes tardaron décadas en darse cuenta de que el cine era mucho más que un espectáculo para pobres analfabetos y se convirtió en El Séptimo Arte; la televisión fue considerada como una plataforma menor desde sus orígenes por los profesionales del cine y del teatro hasta que HBO apostó fuerte por la ficción. Ahora las network están aterrizando en Youtube y vosotros, jóvenes talentos, creedme, tenéis un gran futuro por delante.

Adrián Matías
Twitter: @matissero

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