Albert Bosch

Esta semana el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU ha publicado su informe, con unas conclusiones realmente preocupantes.

El resumen es sencillo: Vamos fatal. Vamos fatal de forma mucho más acelerada de lo que se creía. La acción del hombre es la primera causante. Las consecuencias de todo ello ya se están notando en muchas partes del mundo y pueden ser catastróficas en un futuro cercano. Y la consciencia de los ciudadanos y de los estados, traducida en acciones a pequeña escala (cada persona) y/o en compromisos y pactos de amplio alcance (gobiernos y empresas), es muy baja y no mejora demasiado con el tiempo.

Me molesta encontrar gente de todo tipo que todavía cuestiona el “Cambio Climático”. Como si ahora lo más importante fuese determinar en un veredicto complicadísimo tanto las causas exactas, como los hechos concretos y las consecuencias al milímetro de nuestro impacto en el planeta.Todo para justificar el hecho de que la realidad es que lo que pase fuera de mi jardincito me importa un carajo, mientras yo viva bien, no me tenga que privar de nada, y no tenga ninguna consecuencia a corto plazo.

No importa si se llama o no cambio climático, ¡caramba! Hay que ser tonto para no entender que estamos sometiendo el planeta Tierra a un estrés brutal, y que desde principios del siglo 20 hemos arrasado con gran parte del capital natural que se había creado durante millones y millones de años. Y que al ritmo actual de consumo de recursos y maltrato del medio ambiente, nos queda planeta para muy poco tiempo. Déjate de intentar entender los detalles técnicos del fenómeno del calentamiento global, y fíjate en las evidencias que son imposibles de ignorar: la deforestación de las selvas tropicales, la acidificación de los océanos, la desertificación acelerada, la reducción de los glaciares de montaña y de las placas de hielo de las zonas polares, la contaminación del aire y del agua, la aniquilación de especies animales, etc, etc, etc…. Y todas las consecuencias que ya están comportando a los habitantes del mundo actual, o de las pronosticadas a corto y largo plazo para todos los humanos y otras especies habitantes de este planeta.

Por ello, la pregunta no es si es cierto o no esto del cambio climático. Que cada uno piense lo que quiera (a pesar de que no cuesta demasiado de entender). Incluso la pregunta no es cómo puede afectar esto a la humanidad en general, pues parece que una gran mayoría de gente sólo sabe amar a los demás desde las palabras y no desde los hechos; y en el fondo, a pesar de expresarse siempre como “seres humanos”, les importa un comino la humanidad, y lo que les pueda pasar a los directamente afectados por el grave deterioro del medio natural, mientras ellos no salgan salpicados. La pregunta es si ¿somos conscientes de los problemas medio ambientales que estamos causando, y de los problemas que nos comportaran a cada uno de nosotros directamente, y del desastre de situación que dejaremos a nuestros hijos y nietos?

Ciertamente hay una corriente optimista que cree que seremos capaces de desarrollar tecnologías lo suficientemente potentes para solucionar y compensar todo este desastre climático y medioambiental que estamos provocando. Yo también soy optimista y me sumo a esta confianza, pero ello no quita que no nos desprendamos de nuestra actitud tan extremadamente cortoplacista y egoísta, sin asumir la responsabilidad de nuestras actuales acciones, que ya afectan a millones de personas en todo el mundo, y también, y no menos importante, a muchas otras especies o hábitats naturales, que merecen también nuestro respeto y protección.

Esto es como si a uno le diagnosticasen una enfermedad que a corto plazo comportase bastantes problemas físicos, pero que con el tiempo se iría complicando hasta ser muy grave, con el agravante que el grado de evolución no se pararía en nuestra persona, sino que lo dejaríamos en herencia a nuestros hijos, y ellos continuarían desarrollando la enfermedad desde el punto de gravedad que nosotros les hayamos dejado, y así sucesivamente con sus hijos. Podríamos hacer como si nada, aguantando el dolor del momento con alguna pastillita que lo disimulase, y esperar a que alguna eminencia inventase una medicina mágica que nos curase a nosotros y a las generaciones futuras. Pero esto sería un “optimismo hijo de puta”, pues delegaríamos toda la responsabilidad del problema del cuerpo dónde vivimos y del problema del cuerpo dónde vivirán los que vengan detrás nuestro, a un avance tecnológico incierto y desconocido, mientras que nosotros no haríamos nada para detener la enfermedad y podernos sentir orgullosos de haber hecho todo lo que estaba en nuestras manos para luchar contra este virus letal.

Hoy en día no existe la ignorancia sobre algunos temas como este. Y si ignoramos es porqué así lo hemos escogido. Todos somos responsables de lo que hacemos para mejorar el pésimo pronóstico de la salud del maravilloso pero delicado planeta dónde vivimos. Si no lo hacemos por el medio natural, por las otras especies o por los demás humanos, por lo menos, hagámoslo por nuestros hijos.

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