(Foto Ana Gotz)

Ella le dice que nunca la ha querido, que es egoísta, que es malo. Que solo mira por sus intereses. Se siente estafada, se siente engañada. Mezcla pena con odio. Le reprocha que solo quiere llevarse la parte buena de la relación, los buenos momentos. Le echa en cara que el peso de la relación lo lleva ella. Le recrimina que se siente poco apoyada, que a veces se siente sola. Le pide que cambie, que se vuelque por ella. Que tenga esos detalles que a ella le gustan. Quiere que haga pasos hacia adelante, que sean un equipo. Le pide que el amor no lo demuestre con palabras, besos, abrazos o cariño. Que eso es secundario, que el amor se demuestra de otra manera. Que ella lo aporta todo y que el solo la presencia. Que las conversaciones, las risas, la complicidad están bien pero que eso es amor de quinceañero, que el amor de verdad se da de otra manera. Le exige, le reprocha, le demanda, le abronca… cada día hay un motivo, según ella es porque él nunca hace nada bien, y cada día hay algo que reprocharle.

El está harto, muy harto. Precisamente busca en la pareja aquel apoyo emocional que le da paz cuando el resto de la jornada lo dedica a intentar sacar sus proyectos adelante, los cuales no son tan sencillos como había calculado. Peta.

Ella le acusa de que hay dos en uno. Es curioso, él opina lo mismo de ella. Por una daría la vida, a la otra no la tendría ni como amiga. Él es de carácter explosivo. Cuando le minan, acaba explotando, es la sensación del no puedo más. Si ella lo ve cabreado, no afloja parece que le gusta apagar el fuego con gasolina.

Él está quemado, su vida le quema, a ella empieza a verla más como una carcelera que como a esa compañía con la que desea estar. No es que no la quiera, la quiere y mucho, pero quiere a esa que la hace feliz, la de los reproches se le hace insoportable.

Una bronca de lo más estúpida propicia el final. No es la primera vez, pero esta es la definitiva. Tanto da quien la termina, lo importante es que es el final y que cada uno podrá seguir su camino.

Ella le dice que le quiere, pero no acepta nada de él. A él le gusta todo de ella menos sus reproches. Tendrá razón ella y él solo sabe amar como un quinceañero. Le gusta tumbarse en el sofà con ella y sentir que un abrazo los une, le gusta compartir salidas con sus amigos e incluirla, le gusta hablar con ella y le gusta su presencia que aún en silencio lo dice todo. Le gusta saber que está en su vida. Le gusta reirse con ella y hacerla reír. Ese es su amor y no sabe darlo de otra manera. Tampoco le gusta recibirlo de otro modo.

Como siempre el malo es él. Acaba la relación y se siente liberado. Ahora duele, la soledad y el cambio de perspectiva de una visión de futuro, y el perder a alguien a quien crees amar es difícil, es triste, pero sabe que se recuperará. Lo hará porque había perdido la ilusión, a cada reproche la iba perdiendo un poco. Ya a penas tenía. Ya no la veía con ojos de “lo es todo para mí”

Le entristece pensar que pueda estar triste. Pero sabe que esté como esté, acabará estando feliz y es lo mejor que le podía pasar. Quizá por fin con el próximo descubrirá que amar es ver a alguien y hacerlo grande. Que no amas a quien quieres cambiar. Le ha hecho un favor y espera que ella se de cuenta algún día.

La vida sigue, y ahora no hay que lamerse las heridas sino pensar y ahora que. Por suerte el sabe estar solo. Además, no entiende a la gente que empieza una relación después de otra. La primera persona que se le cruza en el camino, esa es su siguiente pareja. Debe ser porque el amor de quinceañero exige muchas virtudes para poder decir “te quiero”. Hay muchas cosas que se pueden hacer de soltero. Cambios de ciudad, de país. Se imagina sin tener que dar explicaciones a nadie y se le dibuja una sonrisa. Hay tantas cosas que quiere hacer y que le hacen ilusión.

Parece que se ha liberado. Ojalá ella hubiese sido esa cómplice con la que compartir esas ilusiones. Ojalá incluso hubiese confiado en él, lo que le hubiese permitido compartir algo de libertad.

La vida sigue para ella y para él. De verdad que le desea lo mejor de corazón, porque lo merece, pero lo mejor para ella no es él. Siempre le contó que hay 3 fases: la pena, el odio y la indiferencia. Él no entiende como se puede odiar a a quien has querido, y no entiende como puedes actuar como si estuviese muerto, con alguien que ha protagonizado tu vida…

Piensa en ella, en los buenos momentos, en cuando se ha sentido entregado… Una chica maravillosa. Pero también piensa en el error de las parejas de intentar que un pie del 43 entre en un zapato del 39. Lo que no encaja no encaja.

Se queda tranquilo, por suerte vive  la fase 1 pero a intervalos.

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