El final del verano suele coincidir, para muchas personas, con el final de las ansiadas vacaciones y es por estas fechas cuando se producen más casos de síndrome postvacacional, cuya intensidad esta íntimamente relacionada con la satisfacción vital del individuo. Irritabilidad, dificultad a la hora de concebir el sueño, cansancio o una sensación de profunda apatía y tristeza son algunos de los síntomas que nos indican claramente que se está atravesando un síndrome adaptativo.

Al principio nadie creía en la existencia de este síndrome postvacacional, pero hoy por hoy “su incidencia está en aumento, y cada vez son más los españoles aquejados por sus síntomas, que pagan a la vuelta de las vacaciones el precio de la cada vez más agresiva civilización que estamos construyendo”, asegura el Doctor José Antonio López, Vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (ASEPP). Él mismo describió este mal en el año 1993.

En este síndrome adaptativo, los síntomas como la irritabilidad, dificultad a la hora de concebir el sueño, cansancio o una sensación de profunda apatía y tristeza suelen durar entre 7 y 10 días pero si se acentuaran o prolongaran en el tiempo es recomendable acudir a un experto.  “La intensidad y durabilidad de estos síntomas, revela que, más allá del abatimiento que puede suponer el final de las vacaciones,  algo no va bien en la vida del individuo. Como norma general, cuanto más intensos son estos síntomas, mayor disconformidad encuentra la persona con su vida y más necesaria se hace la intervención profesional”, afirma el Dr. López Rodríguez.

La personalidad y la capacidad de adaptación de cada individuo es también un factor muy importante a tener en cuenta. En la mayoría de los casos, se trata de un síndrome adaptativo, como cuando cambiamos de estación o cambia la hora, nos sentiremos extraños con el ambiente e incluso con nosotros mismos unos días y luego pasará.

De este modo el Dr. López Rodríguez aconseja “no  ponernos el traje del invierno el 1 de septiembre, bajar las persianas, y hacer una vida invernal. Aún quedan horas de luz, una temperatura que permite pasear, alarguemos el verano unas semanas, salgamos uno o dos días entre semana, y busquemos nuevos estímulos que nos hagan sentirnos algo más vivos”.

Este síndrome también lo pueden sufrir los más pequeños de la casa, “Los niños sufren los primeros días de colegio, manifestándolo a través de un sueño intranquilo o la falta de apetito”. El doctor explica que a los niños se le puede ayudar “estando más con ellos estos primeros días, siendo compresivos, explicándoles que es divertido ir al colegio y estimulándoles en su nuevo aprendizaje y, sobre todo, no enfadarse con ellos porque estos días puedan estar más irritables o no duerman”. También hace hincapié en “hacer entender a los padres que se trata de algo adaptativo y que ellos son los primeros que no han de mostrar preocupación frente al niño. Los padres ansiosos hacen niños ansiosos, y la mejor prevención se realiza durante todo el año. Lo mejor es dejar a los niños que exploren y no ser sobreprotector con ellos”.

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