Uno de los personajes argentinos más internacionales del último siglo ha cumplido 50 años. Tuve el placer de conocer a Mafalda con tan solo cinco años, cuando vi que todas sus viñetas forraban la carpeta de una de mis primas. Como todos los que nos aproximamos a éstas tiras cómicas a una edad temprana, no entendía el trasfondo de los chistes, pero me divertía con las historietas de la protagonista y su grupo de amigos, que me han acompañado hasta la actualidad.
Mafalda vio la luz por primera vez en 1964, apareciendo en la revista Primera Plana. Su creador, Joaquín Lavado (Quino), consiguió con ella el éxito como dibujante que tanto había ambicionado desde los tres años. Apenas dos años después, se publicó el primer tomo recopilatorio de esta pequeña rebelde, ejemplar que llegó a España de la mano de la editorial Lumen el año 1970.
Mafalda aúna diversión con la reflexión crítica, ejerciendo una dura sátira social a la Argentina de los años 60. A pesar de que todas las tiras cómicas están ambientadas en un contexto muy concreto, la mayoría de ellas rezuman actualidad, ya que tratan conflictos universales y atemporales, como es el caso de la primera viñeta de su historia:
Los personajes principales son un grupo de niños que tratan temas impropios para su edad, pero de la forma en que lo haría un niño real: directa y sin tapujos.
Mafalda es una niña de seis años cuando comienzan las historias, y desde la primera viñeta hace gala de un pensamiento progresista y una gran preocupación por la humanidad, las guerras, la política y las injusticias en general. Adora a los Beatles y odia la sopa. Sus padres, una pareja conformista y poco ambiciosa, para frustración de su hija, son los únicos personajes adultos que tienen relevancia.
Representa a la burguesía y defiende a ultranza un mundo tradicional, en el que su mayor sueño es casarse y tener muchos hijos. Es cotilla, racista y clasista, aunque Quino consigue que nunca te llegue a caer mal. Para ella, la conjugación del futuro perfecto del verbo amar es “hijitos”.
Vive en un mundo de fantasía, viendo la televisión, escuchando seriales de radio y leyendo cómics de El llanero solitario. También ama a los Beatles, y su mayor reto es conseguir prestar atención en clase.
El hijo de Don Manolo, emigrante español, tiene como única religión el capitalismo. Al contrario que el resto de sus amigos, odia a los Beatles, aunque venera la inflación que sufre su país. Su mayor sueño es abrir una cadena de supermercados. En cierto modo, el autor se inspira en sí mismo para este personaje, puesto que sus padres también fueron emigrantes andaluces.
Mafalda conoce a este pequeño narcisista durante unas vacaciones en la playa. Puede llegar a ser incluso más filosófico que la protagonista, pero siempre anda más preocupado por lo que le pasa a sí mismo que por los problemas del resto del mundo.
El mensaje reivindicativo de Mafalda continúa vigente hoy en día, y probablemente seguirá siendo así durante muchos años. Felicidades, Mafalda.