Desde tiempos remotos los pies se han usado para andar. Aunque todavía hay quien los usa para dar patadas o huir de ellas.

El humano libera las manos y se rasca la cabeza. Se sienta o endereza en función de su necesidad de permanecer o marchar. Se entretiene porque las manos ya no caminan por el suelo y verlas ociosas le resulta inquietante. En lo básico, el humano es un animal con una capacidad asombrosa, la de rascarse la cabeza mientras camina. En lo complejo, el humano es un animal que solo asombra al humano, para el resto de la creación el enemigo es aburrido cuando no es pernicioso, debido justamente a lo inestable de su verticalidad; andar con sólo dos pies nos ha hecho más peligrosos que sabios y el que no lo vea así es un animal cuya suerte tropezará con la perniciosa evolución del astuto bípedo.

Hoy el saludo es para una chica llamada María. María no existe, pudo haber existido, pero los que serían sus progenitores no llegaron a conocerse y eso dificulta mucho la reproducción humana. De esta manera tan relativa hoy saludamos a María, nonata, inocente y distante. ¡Saludos María! Sólo te has perdido el arte y no tengo claro que eso justifique el resto.
Mi confianza en mi raza se reduce al arte, aunque sólo sea por la unidad que provoca el único concepto puro de involución que conozco, exhibo y acepto. Me he cansado de buscar el orden y me entrego al caos como penitencia de género, especie y subespecie, los tres sobrevalorados barrotes de la libertad. Pero mi confianza necesita de otra parte que desee tanto como yo frenar y apartarse a un lado para ver pasar las cosas a ese ritmo insostenible de la firma de tratados y de los derechos de veto y de tinta y de fronteras y de miserables. Si alguien frena ahí me verá, si no lo hace solo seré una pequeña mancha perdiéndose en el horizonte, involucionando por placer, por amor, por arte, los tres pilares de la auténtica libertad.
Bien. Sin astucias.

El mundo es un lugar enorme donde la absoluta supremacía de la materia reside en su parte más noble, el color: el color del oro, el color del Mercedes Benz, el color de los billetes y el color de la hepatitis C en la cara de Aurelio el emperador del whisky de garrafa y las almendras saladas. Aurelio pinta fachadas con amapolas negras y azules y su peso nunca es superior al peso del alcohol que contiene su estómago. Un artista maravilloso cuya verticalidad es pura ciencia y cuyo arte es puro delirio. Hay pocos como él, la sanidad pública no se los puede permitir y la sociedad necesita más cárceles que hospitales pero menos que frenopáticos. El mundo está creado a imagen y semejanza del futuro: un niño con un globo azul, una fuente seca, un Páramo y dos abejas melíferas echando una carrera a la tumba. El techo se nos cae encima, los pilares que deben evitarlo son de cristal, diáfanos como el amor y la fraternidad pero débiles como el odio. El remedio no está en los otros, aunque los otros lo vean en mi.

Pero soy feliz. No me queda otro remedio que mentir, copiar y pegar y que todos vean claro que soy de fiar porque un sujeto feliz no puede causar más daño que el inherente a su especie. Mentiré, lo haré hasta el justo instante en que deje de hacerlo al ver las manos de María, ya nacida, preparada para pensar e involucionar pero sobretodo preparada para recibir la inquietud en sus manos y la huida en sus pies. María, sin duda alguna, será artista.

Luis Díaz de Pedro.
365 días las 24 horas.

Conecta con nostros
Últimas Noticias
CLOSE
CLOSE