Cuando aún resuenan en uno los acordes de la maravillosa Boyhood, de Richard Linklater, el 2014 nos regala antes de llegar a su fin un nuevo y excepcional drama que gira en torno a la familia, la adolescencia y los roles que estos entrelazan : “Mommy”, la candidata a representar a Canadá en los Oscars de 2015 en el apartado de mejor film en lengua extranjera.

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Ovacionada durante 10 minutos en su estreno en el Festival de Cannes y aplaudida también en otros muchos certámenes internacionales, entre ellos el nuestro de San Sebastián, en donde llamo la atencion su inesperada profundidad emocional, ‘Mommy’ es la quinta película en 5 años en la carrera fulgurante del quebequense Xavier Nolan, un director al que su inclinación por la temática gay y lo insólito de su creatividad le han granado el sobrenombre de énfant terrible del cine canadiense. A sus apenas 25 años ya cuenta con el reconocimiento de la critica internacional y en sus vitrinas cuelgan numerosos premios y nominaciones – tales como el César francés por su ópera prima “J’ai tue ma mere” o el Gran Premio del Jurado que esta misma película le acaba de brindar en la ultima edición de Cannes, ex aequo junto con la ultima cinta de Jean Luc Godard “Adieu au language” -.

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A Nolan hasta el momento, se le acusaba de un exceso de esteticismo en su obra así como de una cierta esterilidad argumental, sin embargo, en esta ocasión el consenso parece unánime y crítica y público coinciden en afirmar entusiasmados que su voz es de lo más fresco, talentoso e interesante que recorre el panorama más joven del cine independiente. Con Mommy por vez primera parece haber logrado conciliar fondo y forma con precisión de relojero.

En ella, cuenta la historia de Diane, una mujer, viuda y sin solidez profesional, a las puertas de cumplir 50 años. Habita en una zona residencial de clase media en la zona francófona de Canadá, y no solo debe enfrentarse a encarrilar la vida de Steve, su hijo adolescente, sin escolarizar y aquejado de un trastorno bipolar que le convierte en muy agresivo en ocasiones, sino también al hecho de habituarse a convivir con él tras un largo periodo separados en el que éste ha requerido permanecer ingresado en un reformatorio debido al cocktail que emerge de su patología y de una serie de conductas delictivas.
Frente a su vivienda, Kyla, una profesora tímida recién instalada en un año sabático, huye de un pasado traumático tras la muerte de uno de sus hijos. Kyla, se convertirá en su mejor aliada a la hora de reeducar la agresividad del menor ofreciéndole clases con las que transmitirle un saber que la incultura de la Diane no es capaz de saber darle.

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Rodada en un innovador (aunque para mi algo molesto) formato de pantalla 1:1 – el mismo de las imágenes de Instagram – frente al habitual 16:9 de las salas comerciales. Precisamente el uso de este formato depara un poderosísimo guiño al espectador a mitad de la película que no revelaré aquí, pero que supone una de las secuencias mas memorables del largometraje.
El trío de actores es excepcional. Habituales todos en la breve pero rompedora filmografía de su director, transmiten una naturalidad dramáticamente muy bien medida desde el propio guión a base de dosis de coherencia y ración triple de apabullante talento interpretativo.
Las vidas de estos tres personajes están limitadas por diversos hándicaps vitales, sin embargo, su humanidad, su instinto y sobre todo la vulnerabilidad que arrastran, les lleva a unir sus fuerzas como la familia que no son, con el propósito de fortalecerse y avanzar.

El metodismo y la precisión con que están descritas sus relaciones cala profundamente en la audiencia. El original mensaje que subyace al final del filme es demoledor : en la familia, el amor en sí mismo no es bastante para redimirse, ni muchísimo menos.
Las vidas que tejen estas personas están marcadas por carencias tan insalvables que supeditan ese concepto de amor a la propia esperanza de que algo o alguien logre llegar a interferir en ellas e interceda en su favor. Es un amor universal, pero en este caso está condicionado a la conciencia última de que por mucho que deseemos el bien de las personas que amamos, en ocasiones hay que recurrir a procesos de alejamiento y confinación con respecto a ellas, a sabiendas de que sin duda resultarán polémicos y contradictorios.

Su carácter de película canadiense rodada en francés tiene un interés adicional al introducir muy hábilmente el idioma como una barrera más dentro de los hándicaps que rodean a los tres protagonistas. En ese sentido, el hijo adolescente se nos presenta como un personaje que no habla inglés. Tanto en su hogar familiar como en el internado, empleó el francés como lengua vehicular, y al haber salteado su escolaridad, su único contacto con el inglés lo tuvo de pequeño, con la palabra “fucking” que pronunciaban en inglés sus padres en el trascurso de sus peleas a fin de no hacerse entender por su hijo. Este hecho, refuerza aún más, su imagen de inadaptado dentro de una comunidad como la canadiense en la que la mayor parte de la sociedad posee en la práctica competencias bilingües.

Mommy es un drama muy,muy duro, pero sólidamente construído, con un marcado acento en lo psicológico, que en el caso del hijo trasciende hasta posarse en lo psiquiátrico. Está presentado de forma muy natural, casi de modo costumbrista, a pesar de contar con una cuidada estética basada en una notable dirección de fotografía decididamente pensada para mostrar belleza en el todo, en lugar del sombrío desasosiego que produce la trama por sí misma.

Resulta tremendamente catártico asistir a la evolución de unos personajes que comienzan relacionándose como seres a los que les ha tocado convivir con una realidad plagada de desventajas, para acabar convirtiéndose en la quintaesencia de quienes ni aún hiriéndose entre sí se plantearían el dejar de protegerse hasta el último de sus alientos.
Desde la primera secuencia en que nos las presentan, sus vidas resultan tan fallidas que, en consecuencia, son incapaces de interrumpir ese mismo patrón de fracaso en su desarrollo vital, y el amor que despliegan no hace sino aumentar la carga trágica de sus respectivos destinos.

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Madre e hijo no son burgueses, ni bohemios, ni hippies ni hipsters, no son esclavos de una moda, no están desengañados por un sistema politico que o no funciona o nunca existió para ellos o los margina. Tampoco son villanos ni victimas ni tan siquiera el uno para el otro. Ambos representan la clase obrera machacada con dramas propios y ajenos, depauperada a base de traumas, abandonos, enfermedades mentales y falta de oportunidades motivadas por su nula formación academica. Son dos seres con identica o mayor inteligencia emocional que cualquiera, que despiertan a diario en la esperanza de abrirse paso y sobreviven con el entusiasmo que se les permite vivir, conocedores de sus limitaciones, pero manteniendose firmes en la esperanza de que su vitalidad acabará despegandose de su propia vulgaridad para así alcanzar un futuro con el que no sueñan pero que sí necesitan.

Sobre el papel, no parecen contar con apoyaturas en comun con el espectador medio, pese a todo, por medio de la cercanía prodigiosa con que acompaña a los personajes con su cámara, el director consigue a través de los 139 minutos de metraje que los espectadores empaticen a la perfección con ellos, que no tomen distancia ni de la trama ni de sus miedos ni por un segundo.
Y en eso, hay mucho de lo que logró el controvertido Lars Von Trier con el personaje de Selma, interpretado por Björk en “Bailando en la oscuridad” (2002) : en ella, casi ningún espectador era capaz de no sentir misericordia ante el trágico destino que le aguardaba a Selma. No hacia falta ni trabajar en la cadena de montaje de una fábrica en turnos de madrugada, ni quedarse ciego para, como espectador, empatizar con Selma hasta su final.

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La principal diferencia entre el drama más potente y el melodrama más ñoño reside ahí, en la ambición y en la profundidad con la que se afronta el discurso narrativo. La sensiblería se queda en la oscuridad de la sala cuando acaba la proyección, sin embargo la verdadera catarsis que se perseguía en el arte teatral de la antigua Grecia azotaba de tal forma a los espectadores que la conmoción continuaba acompañándoles más allá del mero final de la función.
Inicialmente, Nolan muestra sus personajes como inmersos en un inofensivo melodrama, reconociblemente actual y barriobajero, pero hace que evolucionen casi sin darnos cuenta hasta ofrecérnoslos en el tercio final (cuando su película de verdad se hace fuerte)
Es ahi que nos presenta el dilema moral de una madre surgido en base a qué enfoque debe primar en el tratamiento de la enfermedad mental de su propio hijo.
En este sentido, el de melodrama versus tragedia griega, uno cree atisbar claras referencias al mejor período de Almodovar, quien bebiendo de clásicos como Douglas Sirk profesaba una abierta devoción por el género del melodrama, al cual sencillamente daba una vuelta de tuerca para convertirlo en inmediato y posmoderno (un ejemplo paradigmático sería “Que he hecho yo para merecer esto?”, 1985)
Pero tambien hay mucho de Ingmar Bergman quien dotaba a su filmografía de una trascendencia metafísica sin igual. Y es esa mezcla de ambos, ayudada por la inmediatez que aporta el formato 1:1 , el mismo de las imágenes de Instagram, las conductas descaradas y el lenguaje descarado y vulgar que enlazan a la perfección con la percepción real de nuestro tiempo, lo que hace de esta película algo abrumador, empático, hipnótico y a la vez catártico.

La actriz que da vida a la madre protagonista, Anne Dorval, es la única que ha participado en todas las películas del director y aunque aquí es prácticamente desconocida, en Canadá es una reputada actriz de cine y tv, además de cantante. En la película compone su personaje como una auténtica fiera interpretativa. Aparte de parecerse físicamente a todas ellas, posee la madurez dramática de Annette Bening, la gestualidad despreocupada de Catherine Keener, y una mezcla de la robustez de la que fuera primera esposa de Tom Cruise, Mimi Rogers y de la belleza serena de Isabella Rossellini
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Su trabajo en esta película es colosal. No puedo dejar de remarcarlo, está tan lleno de sutiles matices como los que registra Antoine-Olivier Pilon en su papel de hijo. Interpretar tan joven un personaje con un trastorno psíquico sin caer en el exceso fácil de los tics, es digno de admiración y logra resultar convincente tanto en sus fases de manía como en las de depresión, demostrando ser un intérprete de gran intuición y olfato
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Por último, la contención que aporta en su contrapunto la vecina interpretada por Suzanne Clément es sencillamente un ejercicio magistral de equilibrio interpretativo como lo es también su personaje desde el tratamiento mismo del guión. Todo en su conjunto pone de manifiesto una espléndida dirección actoral.
Apenas hay mas actores con diálogo que estos tres en todo el filme, a excepción de un pretendiente completamente anécdotico (por cuánto meramente episódico) y el marido de Kyla, un geek infórmatico que nunca habla.
Madre, hijo y vecina soportan todo el peso de la película por completo.

Narrativamente cuenta con una estructura perfectamente lineal, algo que yo personalmente siempre agradezco por resultar inusual en la obra de los directores actuales mas jóvenes, tan dados a deslumbrar con saltos temporales y realidades multidimensionales.
Mommy en cambio, está estructurada bajo la premisa del respeto a la regla de los tres tiempos clásicos, a saber, planteamiento, nudo y desenlace. A lo largo y ancho de todos ellos brilla sin decaer un ápice el trabajo del director, que es además guionista, montador, asesor de vestuario y productor ejecutivo entre otras muchas labores, en una figura de autor y creador completo.

Su banda sonora está quizás excesivamente vinculada con lo comercial, e incluye temas que van desde Dido hasta Andrea Bocelli, Celine Dion o Lana del Rey. A través de ellos sí se observa que la cultura musical de Xavier Nolan está muy influenciada por su corta edad y por su propio tiempo. Como única pega que encuentro aquí a su labor multifuncional de director-creador integral, diría que hay un excesivo protagonismo de algunas de estas canciones a la hora de ilustrar determinadas elipsis narrativas que dilatan el tiempo cinematográfico en lugar de acortarlo y que hacen que parezca que se hayan colado un par de videoclips a la hora de proceder con el montaje.

Estrenada en nuestro país el pasado puente de la constitución, Mommy, en la sesión de tarde del miércoles en los cines Floridablanca de Barcelona, presentaba una muy buena entrada, prácticamente el lleno total.

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