Empezó tímida y silenciosamente, del mismo modo que empiezan las catástrofes naturales como un tsunami, un alud o una tormenta.

Primero oías de un conocido que se iba al extranjero a “la aventura de probar fortuna” que se decía entonces,…

Poco después, el turno para emigrar le fue llegando a personas de tu propio círculo de amistades, de tus antiguos trabajos, del entorno de tu familia, cada vez en más y más numero, y cada vez con mayor frecuencia.

Empezó a dejarse de llamar “aventura” y se comenzó a llamar a las cosas por su nombre,… aquello de irse no era otra cosa que “supervivencia”.

Ahora no hay día en el que uno no lea en su Facebook acerca de alguien que quiere hacer las maletas, ni semana en la que no leas la etiqueta de otro alguien que a su vez ya está embarcando desde algún aeropuerto nacional rumbo a buscarse una nueva vida fuera.

Nuestra generación creció sabiendo que muchos de sus abuelos lo habían hecho antes, pero quiso también creer que aquello era historia, y en los años 90 se limitó a mirar por encima del hombro a los inmigrantes que comenzaron a llegarnos masivamente como el mal necesario para poder prosperar como país, y se limpió la conciencia regularizando también masivamente su situación legal en el 2005, pero sin por ello querer implicarse ni en su integración ni en su desarrollo.

Ni siquiera hoy, “su” inmigración y “nuestra” emigración, aún siendo la segunda mayor ya en número, han comenzado a resultarnos dos caras de la misma moneda : se sigue pensando confortablemente que los de fuera vienen a agotar nuestros recursos frente a la opinión de que los de dentro salimos a buscar un futuro que labrarnos.

He trabajado con docenas de extranjeros, he tenido más parejas sentimentales sin pasaporte español que con él, he viajado cuanto he podido y soñado con quedarme y no volver en más de un destino yo también, y todo con la misma intensidad con la que he añorado la cultura del país al que pertenezco y en el que he decidido establecer mi vida desde hace ya 40 años.

Y si algo me ha enseñado eso, ha sido el hecho de que por encima de las fronteras y los sentimientos que éstas generan en determinados sectores muy primarios de nuestra sociedad, están los sentimientos que las propias personas nos profesamos, que ese amigo nuestro que emigra es tan persona como el extraño que este país acoge, con los mismos dramas tras de sí, y el mismo objetivo de supervivencia, que en aras de esa cartografía emocional se han cometido muchos errores -y uno bien gordo está en camino que nos afecta directamente- pero que siempre estamos a tiempo de corregirlos, porque lo que todos deberíamos hoy por hoy tener muy claro es que, bien organizados, aquí debería haber recursos para todos, como espero también que los encuentren afuera quienes se ven en la necesidad de emigrar.

Solo hace falta encontrar un gestor de esos recursos con verdadero sentido común, un mínimo compromiso por la solidaridad y que cuente con el consenso de la sociedad.

Nadie de quienes gestionan estos recursos en nuestro país parece acreditar uno solo de estos tres requisitos, y tampoco por eso podemos permitirnos el abandonarnos a nuestra propia suerte.

Recordando la maravillosa película que Giuseppe Tornatore dirigió inmediatamente después de Cinema Paradiso, llamada “Están todos bien” en la que el desaparecido Marcello Mastroianni viajaba por toda Italia tras enviudar para encontrarse con cada uno de sus hijos que abandonaron su Sicilia natal en busca de oportunidades laborales, me viene a la cabeza la emotiva secuencia final en la que frente a la tumba de su difunta esposa hace balance de su itinerario geografico y emocional con esta hermosa reflexión :

Ho camminato assai ed ho scoperto tante cose, per essempio, che la nostra terra non e tanto bella de per se come dicono tutti, e bella perche standoci dentro le cose lontane sembranno migliori

Comè… i nostri, figli,…? i nostri figli, stanno tutti bene !

(He viajado mucho y he descubierto tantísimas cosas, por ejemplo que nuestra tierra no es tan bella de por sí como todo el mundo dice, nuestro país es bello porque estando dentro de él, las cosas lejanas parecen mejores

Cómo dices? …nuestros hijos ?? están todos bien)

*Del film “Están todos bien” (Stanno tutti bene) de Giuseppe Tornatore, 1990

Puede que quienes emigren tengan diferentes razones para hacerlo, algunas incluso alegres o lúdicas, pero para quienes nos quedamos, bastaría con que mantuviéramos firme al menos una sola razón para hacerlo, y me resulta desesperante que tantos y tantos de nosotros andemos perdidos todavía buscándola, como maletas minuciosamente hechas, pero abandonadas en una parada cinta de equipajes de un aeropuerto sin destinos.

emigracion española 2

Raul Nuevo

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