El escorpión venía huyendo de la policía, que le perseguía por razones obvias, dadas sus conocidas fechorías. En esto topó con un ancho y caudaloso río y pensó: “no se que voy a hacer ahora, la policía me va a alcanzar y me va a dar matarile, o peor aun, me van a detener y me van a llevar de nuevo a ese lúgubre zoológico, donde me espera una larga cadena perpetua en una cárcel de cristal blindado (la urna donde anteriormente residía), con un menú asqueroso de lechuga y hormigas frías”.

En medio de sus tribulaciones, apareció por allí una linda rana que andaba chapoteando en la orilla. A pesar de la ansiedad que le producía la imagen de su próximo e inevitable desenlace trágico, el escorpión, que era muy sagaz y rápido de movimientos, tuvo la agilidad mental y la perspicacia de esconderse detrás de un pedrusco cuando la rana alegre y confiada se aproximaba hacia él. De tal forma, que cuando nuestra amiga estuvo muy cerca, el escorpión la atrapó entre sus peludas y largas patas y la pobre rana, aterrorizada, ya no pudo zafarse de tan indeseable marcaje.

“Por favor, por favor, no me hagas daño” le dijo muy asustada la rana al escorpión. “No me hagas daño, por favor, vamos a parlamentar, que hablando se entiende la gente…”. Con aires de superioridad le respondió el escorpión: “Bueno, no te haré daño, pero no se te ocurra escapar, porque como bien sabes mi picadura es mortal y además produce una agonía muy dolorosa”. “Está bien”, contestó la rana, “pero solo porque me tienes aquí retenida contra mi voluntad”. “Verás” le dijo el escorpión, “me persigue la policía, que está próxima a darme alcance y quieren llevarme a un lugar horrible, eso si no deciden liquidarme, pues me he escapado de la prisión donde ellos me tenían expuesto para gusto y deleite del personal”.

“¿En que te puedo ayudar yo?” preguntó asustada la rana. “Mira, necesito cruzar el río para escapar de las garras de los esbirros de la ley. Si tú me ayudas salimos ganando ambos, pues yo soy un ser de palabra y persona muy agradecida, y prometo liberarte cuando lleguemos a la otra orilla”. La rana enseguida desconfió de la propuesta y respondió al escorpión: ¿y que garantías me das tú de que vas a cumplir con la palabra dada y no vas a picarme cuando lleguemos al otro lado?. “No te parece suficiente mi palabra…” respondió enojado el escorpión, “ya te he dicho que soy un animal de palabra; además sabes que estaré en deuda contigo por haberme salvado la vida y soy un caballero muy prolijo con la gente que se porta bien conmigo. En pago, te dejaré marchar y cada uno seguiremos nuestro camino…”.

A nuestra coqueta rana no le convencían en absoluto las razones que le daba el escorpión pues era consciente de su mala fama como ser malvado y de poco fiar. Además sabía que eso de la palabra poco valía, que era cosa antigua que ya no practicaba casi nadie. Tras discutir unos breves instantes más con el escorpión, pensó: “¿Qué posibilidades tengo, estoy aquí atrapada, no puedo liberarme de sus garras y si cargo con este mal bicho a mis espaldas para cruzar el río voy a soportar un peligro mortal, y seguro que luego no cumple su promesa… pero ¿qué otra opción me queda?, si me niego, razonó con buen criterio la rana, aquí palmamos los dos”. De forma segura, pues la policía cuando me vea aquí secuestrada seguro que tira a matar, como mi vida no vale nada, y este rufián ya me habrá picado para entonces”. Así que refunfuñando, la rana aceptó las injustas condiciones que le imponía el escorpión y le dijo: “venga, vale, súbete encima mía y te ayudo a pasar el río. A ver si es verdad que luego cumples tu palabra…”

Dicho y hecho, y ambos se pusieron en marcha hacia sus respectivos horizontes de libertad. La corriente marítima era muy calma, y la travesía se antojaba no demasiado onerosa cuando la rana, a mitad del pasaje sintió un pinchazo muy fuerte en su abdomen: ¿Pero que has hecho?, ¿cómo se te ha ocurrido picarme? gritó con gran estrépito nuestra protagonista, ¿no te das cuenta de que ahora moriremos ahogados los dos?. “Lo siento mucho”, respondió el escorpión. “No he podido evitarlo. Va en mi naturaleza”.

Versión libre por FRAN LLORENTE

fran llorente

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