Pocos seguidores de la famosa serie Star Trek podrían haber imaginado el nacimiento en 2015 de un dispositivo teletransportador como el instalado en la nave Enterprise. Se llama Scotty y es posible gracias a la aplicación de la tecnología de impresión 3D.

Aunque pueda parecer ciencia ficción, esta versión del teletransporte consiste en la reproducción de objetos a distancia, uno de los múltiples usos que el desarrollo tecnológico está encontrando a las impresoras 3D. El logro de un equipo de ingenieros alemanes del Hasso Plattner Institute en Postdam se basa en que los equipos, desarrollados permiten escanear objetos reales capa a capa, codificar la información y enviarla a una unidad de recepción situada a metros de distancia. Mediante la descodificación de esta información, la impresora 3D de la unidad receptora imprimirá el objeto de forma idéntica a como había sido introducido en un principio. La singularidad que nos permite hablar de transporte se encuentra en que el objeto original es destruido. A medida que se escanea su estructura se va desintegrando. De esta forma sólo existe uno.

Los padres de Scotty sostienen que esta forma de impresión garantizaría el envío de productos por parte de grandes empresas bajo la garantía de que sólo se realiza una copia por compra. De momento, al tratarse de un prototipo, sólo permite el envío y posterior materialización de objetos de plástico.

Pero el progreso no acaba aquí. Las impresoras 3D de mayor comercialización funcionan empleando como materia prima el plástico. Reciben la información codificada en diseños digitales y, como las tradicionales impresoras de tinta, construyen con el plástico capa por capa del objeto. Para hacer realidad proyectos que requieren una mayor precisión se emplean equipos más complejos. Ejemplo de ello son los nuevos dispositivos con los que cuenta el grupo de investigación de Nano y Microingeniería de Materiales de la Universidad de La Laguna dirigido por el profesor Juan Carlos Ruiz-Morales. Una nueva impresora de cerámica permite recrear las piezas necesarias para llevar a cabo investigaciones en los campos de la energía y el medio ambiente. Piezas únicas diseñadas según las necesidades de cada investigador.

Dentro del grupo, Ricardo Fernández, doctorando del departamento de Química Inorgánica, aprovecha las posibilidades del nuevo equipo de impresión 3D cerámica en la búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles. En su tesis, centrada en la fabricación de pilas de combustible que empleen el hidrógeno como fuente para generar electricidad, recurre al uso de la impresión 3D buscando controlar la estructura de los materiales. El objetivo es alcanzar una mayor eficiencia en el funcionamiento de las pilas, construir una pila combustible más eficiente. En el laboratorio de impresión 3D, Ricardo y el resto de investigadores trabaja llevando a la realidad sus diseños informáticos enmarcados en los parámetros máximos que permite el equipo. Una prueba de que tecnología y ciencia caminan juntas hacia el progreso.

Utilidad para las empresas, para los centros de investigación… y también para la propia salud humana. Porque la impresión 3D también ha encontrado a forma de hacerse un hueco en la investigación médica. Noticias como la posibilidad de imprimir corneas humanas dejan abierta la puerta para la futura reproducción de órganos y la implantación de terapias basadas en el diseño digital de estructuras de vital importancia. Y, quien sabe, quizá en un futuro no tan lejano podríamos imprimirnos los recambios a nuestro antojo. Me pido los ojos verdes.

Abigail Rodríguez

abigail rodríguez

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