Se sentía colapsada, un sudor frío le recorría todo el cuerpo y no podía parar de moverse. Estaba inquieta, no aguantaba más, la tortura era insoportable… llevaba tres horas de abstinencia y le quedaba todavía un buen rato antes de poder volver a engancharse.

No entendía por qué su madre le había obligado ni siquiera a intentarlo. Ella estaba bien, cuando lo hacía se sentía plena, feliz. No era verdad que hubiera dejado a su familia de lado; ni a sus amigos, si ellos eran los que la habían metido en esto… no estaba encerrada en su mundo, estaba tranquila. Su madre no lo entendía, era una necesidad imperiosa y le hacía sentirse bien. No era dependencia, tan enganchada no estaba… simplemente necesitaba una dosis diaria bastante grande para estar contenta.

La alarma que avisaba de la hora del recreo le sobresaltó, luego dio un suspiro de alivio, ya sólo le quedaban tres horas más y podría recuperar su móvil. Esperaba que no hubiera pasado nada demasiado importante en las redes sociales en ese día tan horroroso en el que su madre se había quedado con su teléfono como castigo por chatear en la cena.

Parece que esta historia es una exageración. ¿Comparar la adicción a Internet con las drogas? Demasiado. Pues no, no es una comparación tan extrema como parece. En los último años, la creación de nuevos dispositivos para acceder a internet y la aparición de las redes sociales han provocado grandes cambios en la manera de relacionarse de la sociedad, dando lugar a nuevas necesidades, que en muchos casos, pueden considerarse adicción.

Pérdida del sueño, cambios de ánimo, ansiedad, palpitaciones, sudoración… son algunos de los síntomas que provoca el no poder consultar las redes sociales, o no tener el móvil cerca. Esta evolución del uso diario de Internet ha provocado la aparición de nuevas adicciones, obsesiones y enfermedades:

El síndrome de la vibración o la llamada fantasma. ¿Alguna vez has creído que el móvil vibraba o sonaba y cuando te acercabas para mirarlo no había nada? Un gran porcentaje de usuarios de estos dispositivos ha tenido está sensación. Según explican los expertos, esto es debido a que nuestro cerebro está empezando a unir el móvil con cualquier impulso que recibe.

Nomofobia.  Como se puede apreciar, esta palabra está formada por tres: no, móvil y fobia, o lo que es lo mismo: el miedo o la angustia por no tener el móvil cerca o por no saber dónde está.

FOMO (Fear Of Missing Out). Es la obsesión o el miedo a perderse algo en la red. Es uno de los trastornos más extendido y del que más alertan los especialistas.

Cibercondria. Lo padecen aquellas personas que creen que tienen varias enfermedades de cuya existencia se han enterado en Internet.
Phubbing o utilización enfermiza del móvil. Se refiere a la utilización del móvil en situaciones sociales, donde el usuario del móvil presta más atención a su aparato que a lo que ocurre a su alrededor, en la vida real. Cada vez es más común ver una mesa llena de amigos, la mayoría de ellos sin hablarse, mirando el móvil.

Depresión del Facebook. Algunos usuarios de esta red social se deprimen por tener pocos amigos, otros por tener demasiados. También es bastante común la depresión por comparar tu vida real con la de tus contactos.

Efecto Google. Con Internet los usuarios tenemos acceso a más información que nunca, pero esto también trae consecuencias negativas. Al tener la posibilidad de volver a acceder a esa información cuando queramos, nuestro cerebro se niega a memorizarla. El principal problema, es que no sólo las personas que no quieren memorizarla pueden sufrir esta enfermedad, sino que todos los usuarios de la red podemos padecerla.

Adriana Martín Galeote

periodista y escritora

Adriana Martín Galeote

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