Levantarse cada mañana se ha convertido en una completa osadía. Recibimos un constante bombardeo de obscenidades capaces de hundir al más optimista de los mortales. Golpes al mentón de aquellos que ya han sufrido lo suficiente.
Desde el mismo momento en que uno saca el pie de la cama dispuesto a espantar sus penas con un cargado café escucha en la radio el primer escarnio: “Hay que trabajar más para cobrar menos”, advierte ufano el encorbatado de turno a millones de maltratados que no huelen ni por asomo un sueldo de cuatro cifras mientras él disfruta de muchos ceros en su cuenta, viajes paradisíacos y retiros dorados en Consejos de Administración.
La mofa no puede con nosotros, anestesiados de tanto guantazo en estos tiempos de indignidad. Nos cargamos de paciencia y salimos de casa. Con sadismo nos atrevemos a navegar por internet desde nuestro móvil y encontramos una nueva perla: “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Ese hemos nos incluye, obviamente. Un martillo golpeando sobre nuestras conciencias por quienes nos engordaron a base de créditos mentirosos y nos hicieron creer que vivíamos en la “Champions de la economía”. De ese sueño hace tiempo despertamos a porrazos. Son ellos los que siguen viviendo por encima de nuestras posibilidades.
Tanta insolencia nos ha dejado “groguis”, pero todavía queda más. El presidente o alguno de sus lacayos aparecerán un día más en la televisión intentando convencernos de las bondades de su Gobierno el cual, después de imponer tantos sacrificios, está obteniendo resultados. Extraordinarias cifras macroeconómicas que difícilmente esconden las penurias de la gente corriente: el licenciado que deambula entre “curros” muy por debajo de su cualificación y que apenas le da para unas cañas, el parado que perdió la esperanza después de cientos de entrevistas o el chaval que harto del olvido de su país se marchó hace tiempo lejos de su casa. Por no hablar de todos aquellos desgraciados que rebuscan en la basura o piden cada día en un vagón de cualquier ciudad de España. Ninguno de ellos ha podido participar de ese lujoso festín de la recuperación.
Después de otro eterno día dónde has sobrevivido a la avalancha de obscenidades y estás dispuesto a relajarte y olvidarte de la realidad con alguna de los programas o series de moda (¡benditas sean!), aún te sientes con fuerza para buscar las noticias, bien porque eres un creyente acérrimo en el ser humano o porque ya te has acostumbrado a tu dosis diaria de barbaridades. Y sí, ahí aparece, el nuevo Bárcenas, Rato o esa lista interminable de antiguos “hombres honorables” que hace poco tiempo ocupaban las mejores butacas en la vida pública del país. Una vez más se repite la cantinela: ha sido detenido, evadió dinero rumbo a Suiza, la patria financiera de los sinvergüenzas y a continuación escuchas la ristra de delitos que ha cometido. Suspiras, cambias de canal y te dices a ti mismo, “se acabó por hoy”. Al día siguiente, con fuerzas renovadas, se renovará el ciclo.
Y pese a todo, aún es posible ser optimista porque no hemos caído. La capacidad de sostenerse en pie ante ese vendaval diario nos ha convertido en verdaderos héroes. Ya lo decía
el recientemente fallecido Eduardo Galeano: “el mundo se divide en indignos e indignados, ya sabrá cada quién de qué lado quiere o puede estar”. Los héroes poco a poco han elegido su lado y han tomado conciencia, se han levantado y han salido a la calle a compartir su sufrimiento y su rabia para convertirlo en ilusión. Solo así podremos combatir tantas obscenidades.
                                                                                   

Adrián Pascua

                                                                            Twitter:@adrianpascua

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